La inspiración no muere,
Solo duerme, descansa,
Porque el mañana raudo viene,
Vestido de terciopelos y engalanado,
Caminado por doquier,
Fugas y rápido.
Entonces ella se viste de seda,
De lino fino y porcelana,
Teñida de sangre real,
Florece al alba,
Vestida de otoño y primavera
Renace, cual ave fénix.
Se alimenta de añoranzas, recuerdos,
De vivencias, sueños y esperanzas,
Que se vuelven perlas o navajas,
A medida que se hilvanan,
Como hilos de seda,
Cobijando las miradas.
Recorren como sangre,
Las venas del alma,
Dando forma a esos sentires,
Que han nacido o que han perecido,
En el alma de cada poeta,
Destilando, como gotas de roció.
Vuela la pluma, rauda,
Impregnando cada sentimiento,
Entonces, la inspiración ha renacido,
Y vuelve en todo su apogeo,
Para quedarse plasmada,
Entre versos y prosa,
Para el deleite de nuestras miradas.
Ya, no es solo inspiración,
Son letras plasmadas,
Que cobran formas, según nuestras almas,
Y cobijan o seducen, estos sentires,
Cada día, cuando nace el alba,
Y al anochecer...
Oh en el ocaso de la vida.