Te observaba desde mi asiento
que era como un ollo profundo de cadenas.
Sumergida en ese sentimiento irreconocible e impalpable.
¿Por qué el otoño no soplo su viento arrastrando las hojas de tus árboles?
¿Por qué de pronto me sentí encerrada en la complicidad de una mirada desconocida?
¿Por qué no se alimentó mi hambriento olvido de tu recuerdo?
Aquí estoy sintiéndome presa de tu mirada inolvidable.
Cómplice de todo y de nada a la vez.
Casi te recuerdo, pero entre miradas furtivas tu rostro se desdibuja en mi mente…
Y entonces me canso de tanto tratar de encontrarte en el tumulto de los recuerdos devorados.