Llena de vida su cintura,
en otoño la vi por vez primera,
presumiendo del hijo del amor
que quizás eclosione en primavera.
Otra vez ha pasado, más cansada
por el peso divino que sustenta,
de un niño, que igual que un astronauta
ingrávido se mueve en su placenta.
Ha pasado el tiempo, no sé cuanto,
el hijo de la mano lleva asido,
yo juraría que el niño me ha mirado
posiblemente algo sorprendido.
Espero que al cabo de algún tiempo,
en tu mente recién inaugurada, puedas
comprender que soy un hombre como otro,
pero que igual que tus juguetes, llevo ruedas.
Pedro de Rocío