Diaz Valero Alejandro José

Cuenta perdida (Humor)

Una anciana muy corajuda

caminaba por una plaza

y se sentó en una banca

con evidente amargura.

sus ojos de mirada dura

miraban a los peatones

que había en los alrededores

caminando sin premura.

Si de algo no había duda

era de su inconformidad

por alguna calamidad

que le causaba amargura;

por eso, la pobre criatura,

meditaba allí sentada

y con cara desencajada

y escasa dentadura

contaba una a una las arrugas

que en sus manos se encontraban;

y de reojo miraba

con manifiesta vergüenza

que había perdido la cuenta

de las arrugas que contaba;

y si eso se contrastaba

con las canas de su cabeza

ya sabrán que la riqueza

de otoñal patrimonio,

es el mejor testimonio

de que los años si pesan

aunque hay quienes piensan

de modo poco meritorio

que siempre vivirán en jolgorio,

y solo les falta, como ven,

salir a comprar al almacén

la ropa de su mortuorio.

 

*****