Ayer desperté pensando en ti
y recordándome en el arrullo de tus brazos;
todavía con el perfume de tu cuerpo sobre mí,
todavía con la marca de tus besos en mis labios.
Y ahora no sé cómo sacarte de mi mente,
porque tal vez no quiero que te vayas de mi lado;
infierno es tu ausencia y me mata lentamente,
yo prefiero el cielo y la calma que me dan tus manos.
Pensándote una y otra vez,
sintiendo que te quiero más de lo que había calculado;
taladrando en mi cabeza está tu nombre, mi bien:
sin pedir permiso en mi corazón te has instalado.
Y es que ayer desperté pensando en ti,
sintiendo que no quieres que me aleje de tu lado;
queriendo que los hombres no nos juzguen sino Dios
pues Él permitió a nuestro cariño crecer más de lo planeado.