Venía en veloz carrera
en dirección a mi casa
y al subirme en una acera
tuvo problemas una llanta.
Era tanto la aceleración
que hasta los frenos fallaban
y por problemas de ignición
el cacharro se me apagaba.
En la esquina di un frenazo
y del susto casi muero,
pues casi atropello un gato
y también a un par de perros.
Cuando enderecé el volante
casi entró en una casa
y allí si quedé jadeante
imaginando la desgracia.
La razón de tanta carrera
que me mantuvo en acción
era mirar a como fuera
una película en televisión.
Llegué a la hora exacta
a Dios gracias menos mal,
me puse mis alpargatas
y busqué rápido el canal.
La película prometía ser buena
de acuerdo a lo ya anunciado,
por eso me compré una antena,
que ya me habían instalado.
Me acomodé en el sillón
con sobrada complacencia
y entonces un “apagón “
me desbordó la paciencia.
Cuando volvió la electricidad
ya todo había terminado,
¡Bendita casualidad
el chasco que me he llevado!
Voy a vender el televisor
con la mesa y con la antena
pues por culpa de ese señor
casi que purgo condena.
Voy a reparar el motor,
a comprar cauchos y rines,
pero la próxima función…
¡Me voy a verla en el cine!
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