Vi tus orejas grandotas
y tus pelos tan suaves eran
que se parecen a la mota
con que se entalca mi abuela.
Vi tus ojos colorados
y tus bigotes de japonés,
largos y separados
y no pasaban de tres.
Conejo de triste mirada
siempre andas asustado
con tus orejas paradas
mirando a todos lados.
Alejandro J. Díaz valero