En la casa, pajas verdes
sin puertas ni paredes,
éramos dos amantes
de amoríos prudentes
que el secreto acunaba.
En la cama, yerbas húmedas
sin cobijas ni sábanas,
fuimos sombras desnudas
que en cortinas de brumas
el amor ocultaba.
En el piso, hojas secas
sin pintura ni ceras,
la pasión sin fronteras
de insurgentes miradas
el deseo alentaba.
En el techo, ramas malvas
sin espinas ni yemas,
caricias escapadas
que desde las alturas
una estrella envidiaba.
En el sofá, un madero
sin cepillar, mancebo,
se recostó hechicero
mi cuerpo placentero
siempre que te esperaba.
En el patio, una rosa
con espinas, rosada,
me miraba celosa
cuando yo de tu boca
el néctar te libaba.
En el corazón, viga
sin pulir, no aserrada,
se me quedó tallada
esta efusión morbosa…
de dos cuerpos y un alma.
Autora:
Amelia Suárez Oquendo
Amediana
17 de agosto de 2012