Yo no olvido
¿Quién me explica que es eso del olvido?
¿Es como el mar que barre y barre huellas,
es como el árbol que pierde y pierde hojas?
¿De qué sirve si ambas vuelven a su origen,
como el agua que dejó las cordilleras
o el pétalo que huyó despavorido de la rosa?
¿Acaso la ciudad dice “te olvido”
y desaparecen tu casa y tus camisas?
¿Acaso tú de tu ciudad has de olvidarte
y por eso no habrá allí más muros ni más plazas,
ni calles que se acuerden de tu historia,
ni en ti un rumor de pasos que te siga
y que siendo al fin los tuyos te recuerden a quien sea?
Puede que un día ese que pasa por tu lado
sea justo el que olvidó tu nombre y tu cintura,
mas no por eso no estarás cruzando el parque
ni él se extinguirá porque no sepas ni por qué el olvido.
Prefiero pues el argumento del recuerdo,
los marca páginas del libro de tus actos,
simple memoria de los rostros y las fechas,
sabia lección de los caminos compartidos.
Ninguno es tan pequeño como para no dejarnos huella,
ni tan ufano para obviar los sueños mutuos,
ninguno es tan excelso como para no aprender del otro,
ninguno es tan, tan otro como para no volverse excelso.
Prefiero, pues, olvido, tus manchas en la ropa,
a un torpe hacer a un lado los cuerpos que albergaste,
los ojos, el color de cada abrazo y cita
y el pan de las palabras que mordimos boca a boca.
Habrá un vacío, sé que habrá un triste vacío,
pero nunca esa ficción de negar que allí estuviste,
de inventar que en el cielo que encontraste no hubo un ángel
ni un golpe ni un calvario del que a salvo resucitas.
El dolor desaparece, la cicatriz honra memorias
y el corazón sigue latiendo como la estrella cada día.
El olvido es pues un verbo que no permite concesiones,
el recuerdo es su reflejo y en él nos vemos ya siendo mejores.
14 08 12