Ayer conocí tus manos,
aromáticos anillos
en direcciones nocturnas
y caminos ausentes,
tan ardientes como el hielo
que trenza sus fragancias
en alcobas oxidadas.
Ayer conocí tus labios
fecundas praderas
de deseos satisfechos
y muros agrietados.
Hogar de rocas insolubles
de victorias no pronunciadas
y de luces oscuras.