Sandra Ignaccolo

Que nadie diga


Que ninguno reduzca sus lágrimas de acero,
que exhiban las guadañas el brillo de la muerte,
que las aplanadoras se eleven y rescaten
del olvido, el deceso absurdo del diccionario.


Que nadie modifique las calles, los acervos,
ni las luces o sombras de las mentes perversas,
para que todos lloren la impronta innecesaria,
de los cuadros hostíles, que presenta la vida.


Que jamás la justicia se incline ante los bífidos,
rastreros y traidores, que encierren tras las rejas
a los viles, que lustran con sus lenguas indebles
las aceras impunes de “dioses” terrestres.


Pero que nadie diga que no ha sido advertido
a burlar los vocablos, a plantar estandartes,
a pregonar los sueños y a iluminar las mentes,
que no digan que nadie, se lo ha manifestado.



Sandra Ignaccolo.