Rafa Rivas

Tacón de Aguja.

Tacón de Aguja

Los lamentos de aquél hombre llamaron mi atención, abatido, reposaba su estampa en un lúgubre rincón, entre llantos y quebrantos, taciturno y desvariando maldecía por su vida, sus lágrimas en los ojos y la mirada perdida estremecieron mi corazón.

No podré olvidar sus pasos, sus tacones como dardos clavó en mi corazón, la esperaba cada día para deleitar mi vista de cómo caminan y pisan, esos pies con su tacón, bandolera de mil hurtos, ladronzuela escurridiza ha robado mi atención, mis más sublimes tesoros, las caricias no entregadas, los piropos nunca dichos, mis sonrisas mis anhelos y hasta mi respiración.

Me miró entre cascadas de lágrimas dibujadas en su faz de profundo dolor, me agarró con ambas manos, con temblores y perdones y clavó en mí su atención, con un esbozo de sonrisa me contó sin duda ni prisa lo que encarcelaba su corazón.

Yo era hombre de costumbres, bien mirado y conocido, por las gentes muy querido, cabal y temeroso de Dios. Jamás imagine que unas piernas con sus pies, vistiendo tacón de aguja me diesen este revés. Todo lo perdí al mirarla, su hechizo me cegó, hoy lamento mi fortuna por haberme fijado en ella y no sé si es dama o doncella, no conozco ni su gracia, la he buscado y rebuscado por donde quiera que voy, estoy perdido sin sus pasos pero siento que algo me empuja a buscar ese tacón de aguja que me encadena al suelo como si fuese un mozuelo. Esperaba descubrirla, escuchar su taconeo al pisar con devaneo fabricando como musa, con ese tacón de aguja una música que embruja y me atrapa en mil lamentos. Miles de pies vi pasar esperando encontrarla algún día, esas piernas quiero volver a mirar, antes que me lleve la pena, pues tengo una gran condena que no puedo soportar, al recordar su caminar algo en ella a mi me embruja, con ese tacón de aguja que no para de sonar…

Dejé aquella alma errante, sumida con su triste semblante en la tiniebla del lugar, pensando en él me alejé extrañado de que unos pies que calzaban tacón de aguja pudieran ser la burbuja que aislase tanto a un ser humano. Aceleré mi camino, pues el tiempo allí perdido debía recuperar y al cruzar por la avenida tropecé sin muchas luces cayéndome de bruces donde el suelo se dibuja. Estando allí sentado oí un taconeo cercano, miré aquél tacón de aguja, acharolado y bonito y ya nada me importó, desde aquel día sólo miro al suelo, caminando como en sueños en busca de la estampa bruja que calza tacón de aguja pues en mi corazón clavó sus dardos, en mis oídos sus pasos y en mi recuerdos el semblante del pobre caminante que se rindió a la condena que hoy vela por mí serena, en la búsqueda de un azar…

 

Autor.- Rafa Rivas.