(MUSA)
Desde la esquina de la habitación,
Casi ocultas entre sus manos y la manta
Se pueden distinguir, sus blancas guedejas,
que reposan dulcemente sobre la suave almohada.
Otrora bella y erguida mujer de rubios cabellos
Y ojos azules como el zafiro;
estrechas sus caderas, de las que se extendían como
piezas cinceladas, sus largas y delgadas piernas.
Cuántos suspiros provocó a su paso por la vida
La vida que hoy la abandona con una dulce sonrisa.
Me acerco a ella en silencio, casi sin que mis pies toquen el suelo,
Y hela ahí, acurrucada cual bella crisálida;
mis manos acarician su preciosa cabeza
Y siento el borbotear aún de sus brillantes pensamientos.
Me dirige su mirada húmeda de lágrimas,
Y aún así, sus ojos transmiten esa sensación de inmensidad,
Igual que cuando miras el cielo en días claros.
Me aprieta fuerte y cariñosamente la mano,
Mi mano, ésa que siempre estuvo a su lado,
escribiendo una y otra vez tan bellísimos versos
Y ahora nos deja como un canto que ha quedado inconcluso,
pero no acabado.
Oh! Vuelve aquí musa de la Poesía,
Acaba tu obra,
Es muy temprano para despedidas.