Nublado castillo que nos envolvió por la discrepancia de nuestros ángeles oscuros rebozamos la copa sin mirar un lucero,
y hastiamos los cuerpos por la benevolencia de
nuestras ciénagas recorridas.
Aquellas murallas construidas fueron derribadas por las tempestuosas lagrimas acidas,
nuestras alas maltratadas fueron mutiladas,
y los ojos de la hermosura tenebrosa fueron desterrados.
Entre sombras que gotean sangre esculpo el ocaso congelado,
fueron cercados sueños, y en el murmullo del desierto
se quedan destellos en luciérnagas.