Volcanes apasionados
riegan de intranquilidades,
los causes embrujados,
de mis fatigadas venas.
Cegadas horas
me arrastran
entre las penumbras,
de mi ennegrecida tierra.
Búsqueda frenética de la luz,
que se me niega,
carcajadas invisibles,
se burlan de mi diarias condenas,
mientras busco entre mis penumbras,
el terciopelo de su piel en tregua.
En torno a mi gira,
la manivela de sus recuerdos
y un rumor se levanta
entre mis silencio
y me observan llorar,
desde un balcón,
el brillante titilar de las estrellas.
Autor: Marco González Almeida