Esperpento

¡Qué triste!

¡Qué triste!...

Qué triste es decir adiós,

decir adiós en poesía.

 

Si el tiempo se nos pasó

fue porque éste viene y pasa...

¿Y qué hice yo, sino quererte;

sino quererte en vano

en el silencio que aguarda,

que revienta la noche,

que es como pasos de gato

en teatro vacío?

 

¿Qué sabrá el torpe mortal

del amor y la tristeza

o de tus besos anhelantes

al labio que mata lento?...

¿Habrá llave de salida

o candado para este encierro?

 

Creo que sí, hubo despedida:

hubo despedida que no hubo,

pues, si la hubo, ni la vi...

¿Y qué color tendrán ahora tu piel o tus ojos?,

¿a quién brillará ahora tu mirada

o tu sexo, la cama en la que sueño?

 

Y es que me eres ajena como la caída de Troya

sin su inflamable caballo;

como mil y un ojos

mirándose en espejos ciegos;

ajena como mis metáforas

hechas en verso y sin rima,

que son amor y mierda

y silencio de soledad y odios guardados,

pues son eso y más aún: nada.

 

... ¡Y, aún así, qué triste!

Qué triste es decirte adiós,

decirte adiós queriéndote todavía.