Entré al jardín de tus piernas
lúcidas, blancas, serenas,
y, en el boscaje escondido
se perdía mi mano entera.
se entreabrían tan discretas,
que el aroma de tu sexo
se filtraba entre tus piernas.
mis caricias en tus muslos
llenando de besos puros
tus rodillas y tus senos…
con mi boca y, en tu ombligo
me detuve un momento
para dormirme contigo.
lúcidas, blancas, serenas,
y corté una margarita
¡que la llevo a dondequiera…!