Noche tras noche se abren dimensiones a lo desconocido a miedos inexplicables capaces de helar hasta la sangre mas ferviente, torbellinos de pesadillas escudriñadas en los pocos rayos de luz que la luna deja filtrar.
Seres amorfos se materializan confundiéndose entre la oscuridad danzando como luciérnagas al viento, camuflados entre las hojas de los arboles temerosos y agrietados por el paso de los años. Ellos juegan a ser parte de la rutinariedad de nuestras vidas.
Sonidos que gastan el alma e inyectan incertidumbre, aquellos que despiertan de entre los muertos, atormentando a los vivos, gigantes llenos de ecos con historias que se pierden entre los siglos y se entierran con la muerte.
El tiempo se funde con la densidad de lo sombrío dejando pausas jadeantes en las horas que acuñadas bajo el paso de segundos divergentes vuelven hacia el despertar fecundado por la luz.