Hay música en el ambiente,
se escucha sonar el compás,
y el ritmo es como un mar
que hace oleajes en su vientre.
La pasión por el arte se siente
con una volcánica emoción
y el movimiento en acción
emociona de tal manera
que el ritmo de sus caderas
es volcán en erupción.
Hay movimientos ondulantes
de sus muñecas y brazos
pero la gota que derrama el vaso
es su vientre palpitante
que de manera elegante
lo mueve al completo antojo
y poniéndole el cerrojo
pone los ánimos en candela
con el batir de caderas
que a nadie le causas enojos.
La esbeltez de la bailarina
se planta frente a la audiencia
y causa gran complacencia
a todo aquel que la mira,
ella sonríe y suspira
y con su mágico arte
sus emociones reparte
con el alma placentera
al vaivén de sus caderas
que no tienen quien la aguante.
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