Hugo Emilio Ocanto

Monólogo: Fabián, hijo, te has ido...

Fabián!...

¡Fabián, hijo!... ¡Fabián...!

¡Auxilio... llamen al sanatorio!

...................................

No sabía lo que decía.

¿A quién le pedía que llamase

al sanatorio?

Si en las casas vecinas

no se encontraba nadie en aquel momento...

Estaba solo yo con mi hijo

en la casa quinta...

Lo había dejado solo

por un momento...

Había ido a buscar

unos vasos de jugo de naranja.

Fabián estaba en su tobogán,

subiendo y bajando...

bajando y subiendo...

A cada momento le decía

que no lo hiciese deslizándose

por él con los pies, parado.

Que lo hiciera como correspondía,

sentado.

Pero el muy travieso de vez en cuando

intentaba hacerlo en la forma

que yo le decía no lo hiciera.

Cosas de niños.

De niños que se comportan

como tales.

Con travesuras, sin tener en cuenta de

que en algún momento puede perjudicarles.

Que se pueden dañar físicamente.

Lo de Fabián no fue solo

un daño físico.

Al deslizarse por el tobogán parado,

se pisó un cordón de su zapatilla,

y cayó a un costado antes de llegar

al final del tramo, golpeándose

en la nuca con el corralito de la arena.

Travesuras de niños.

A veces, siendo tan chicos,

tenemos que estar controlándolos

constantemente.

Unos minutos que uno lo desatiende,

y puede ocurrir una fatalidad.

Eso fue lo que ocurrió con mi hijo.

Una fatalidad que después de 

cuatro años, quebró mi vida,

y la de mi amada esposa,

desde ese preciso momento.

Se desnucó. Murió en el acto.

Nada se pudo hacer.

Los hijos... uno los hace llegar

al mundo, y el destino, fatal destino,

te lo quita de tu existencia.

Mi pobre ángel, Fabián...

Estoy ahora aquí, en el parque,

exactamente en el mismo lugar

del accidente.

Donde mi hijo halló la muerte.

En estos años, han sucedido

tantas desgracias...

mi esposa enferma...

como yo... estados inconsolables

de mi esposa, la cual no puede 

gestar más. Indagué a mi esposa

para adoptar un niño, y no me

aceptó la sugerencia...

A veces está... como perdida...

Va a un siquiatra, hace ya un tiempo...

Mejora un día... y el resto,

está como ausente del mundo...

No ha tenido ni tiene consuelo.

Y yo... tampoco me siento bien...

En la inmobiliaria a veces

me hablan, y muchas veces no los

escucho.Mi mente está en otro mundo.

En el mundo de mi hijo sin vida.

Tom, su perro, siempre fue el nuestro también,

aún lo sigue buscando. Está lamentando

la ausencia del niño con el cual jugaban.

Mis suegros están permanentemente

nombrando a Fabián cuando están

con nosotros.

Mis padres, lo mismo...

Tengo cuarenta años...

y me siento como un hombre de cien...

Mi esposa, que es de mi misma

edad, no ha cambiado nada.

Representa bellamente la edad

que tiene.

Sus ojos se ven siempre tristes

y húmedos...

Trato de alentarla con palabras

de consuelo... y ella, calla...

Casi no habla. Piensa. Recuerda.

A los dos nos pasa lo mismo...

La invité en esta veraniega tarde

que viniese aquí, junto a mí

en el parque, y se negó...

me dijo que ella se quedaba en

nuestra habitación con Fabián...

Muchas veces me da esa respuesta...

A veces contesta que

está esperando que se despierte...

Y yo me siento mal...

Duermo muy pocas horas...

En mi mente tengo en mucho

tiempo de los días, la imagen

de mi hijo deslizándose 

por el tobogán, parado, y que se cae...

y que está en un dormir eterno...

Sus ojos se cerraron para siempre...

Y nuestras vidas, vidas siguen siendo,

con la ausencia del ser que más amábamos...

Fabián, hijo, te has ido de nuestro lado...

pero siempre estás en nuestros corazones...

destruídos...

Quisiéramos tenerte a nuestro lado.

Como hace cuatro años...

Pero no puede ser...

Tal vez hice mal en pretender

reemplazarte por otro niño...

en la casa...

Pensé que sería una nueva alegría

en nuestra vida..

Pero mamá no quiere Fabián...

Estoy aquí solo mi almita

buena, recordándote...

No quiero a tu madre

demostrarle que también estoy

destruído por tu partida...

Has partido, hijo...

hacia el viaje definitivo...

pero siempre, siempre, siempre,

estarás en nuestro corazón...

Oh, Dios, déjame llorarlo...

deja escapar este amargo llanto...

no puedo más...

Has partido, hijo...

pero tú estás allá arriba,

en el cielo,

junto a Nuestro Salvador..

( Se cubre el rostro con sus manos

y llora la muerte

del Angel que partió...)  

 Todos los derechos reservados del autor( Hugo Emilio Ocanto-22/08/2012)