Tus dedos son la extensión neural
que une mi corazón a tus latidos,
ecos primigenios del celestial
soneto que deja compartidos
verbo, sustantivo y el real
sentido más allá de los sentidos.
Tocar sus yemas traen la irreal
caricia de los segundos idos.
Hundirse en tus depósitos neurales
es, luego de tantas experiencias,
probar tus sabores esenciales:
cuando los dedos son acariciados
crean una red de dos conciencias
cuyos sueños, al fin, están mezclados.