Levanto la mirada buscando a Dios
A través del gris oscuro de mi desconsuelo,
Busco escuchar su voz en el doliente silencio
Y no lo veo, ni lo escucho…
Pero apareces Tú, Luna de mi cielo,
Y entiendo que eres esa luz
Que Dios mandó para disipar las tinieblas
Que envolvían mi cansado corazón.
Eres la voz que me brindó consuelo
En el desasosiego de un infértil labriego.
Por eso, te ruego que tras la nube gris
Que trata de envolver mi ser entero
Te asomes un instante, y me mandes un beso
En el luciente rayo de tu divina mirada,
Y así, apacigües el pensamiento incierto
De tener tu amor, tu cuerpo
Y el indescriptible beso de tu aliento.
Te quise, te amo, te adoraré
Y a sotavento te tendré.