Corría el 16 de mayo de 1967, a Solzhenitsyn, el famoso escritor, no se le dio acceso a la tribuna del 4to congreso de Escritores Soviéticos, sin embargo, con esa rebeldía desbordante que siempre lo caracterizó, envió una carta abierta al presidente y delegados del congreso, a los miembros de la Unión de Escritores Soviéticos, a los directores de diarios y revisas literarias que sería recordada mucho tiempo después como un importante hito que marca el derecho universal e inalienable de todo ser humano a expresar libremente sus ideas sin ataduras ni cortapisas. Entre otras cosas decía el autor de “PABELLÓN DE CANCEROSOS”, “LA MANO DERECHA” Y “EL PRIMER CÍRCULO”: “Nuestros escritores no tienen derecho, no se les permite tener derecho a expresar sus opiniones y observaciones admonitorias respecto a la vida moral del hombre y de la sociedad, o de explicar a su manera los problemas sociales y la experiencia histórica tan profundamente sentida en nuestro país. Obras que hubieran podido difundir ideas maduradas, que hubieran podido tener efectos oportunos y beneficiosos en el reino del espíritu y en el desarrollo de la conciencia social. Son prohibidas o desnaturalizadas por la censura, que alega para ello razones mezquinas, egoístas y, desde el punto de vista nacional, de muy cortos alcances”. ¿Cuánta razón y sentido común encontramos en sus palabras, verdad?
En algún momento se llegó a decir que autores como Pasternak solo alcanzaron la fama, se publicaron sus libros y citaron versos suyos una vez dejaron de existir. Tal vez Puschkin tenía razón al señalar “solo son capaces de amar a los muertos” Solzhenitsyn decía: “Una literatura que no es el latido de la sociedad contemporánea, que no se atreve a revelar el dolor y los temores de esa sociedad, que no la advierte a tiempo de los peligros sociales y morales que la amenazan, no merece su nombre, porque no es más que una fachada. El pueblo pierde confianza en ella y en vez de leerla, la tira en la papelera”
Más adelante el famoso escritor propuso al congreso que adoptara una resolución que exigiera y asegurara la abolición de cualquier forma de censura injusta. Sin duda alguna el famoso disidente soviético Alexander Solzhenitsyn dijo grandes verdades en aquel entonces que hoy vemos sin vendas sobre los ojos, La URSS se desmoronó al igual que se desmoronará el totalitarismo, las dictaduras y todo tipo de régimen opresor, solo subsistirá a fin de cuentas, el hombre, por eso en la última parte de su excelente carta, el autor de LA LUZ QUE HAY EN TI, e HISTORIAS MINÚSCULAS, por no señalar sus obras famosas, manifestó: “Confío en que cumpliré mi deber de escritor en toda circunstancia, y muerto, todavía con más éxito y de manera más irrefutable que vivo. Nadie puede interceptar el camino que lleva a la verdad y para defender su causa estoy dispuesto a afrontar incluso la muerte, quizá tan reiteradas lecciones nos enseñen a no parar la pluma de un escritor mientras viva, porque tal cosa no ha ennoblecido nuestra historia en ninguna época”. Solzhenitsyn enfrentó la cárcel, los trabajos forzados, el exilio y la última batalla que puede un hombre enfrentar… LA MUERTE, pero en aquellos días enfrentó al Congreso de Escritores Soviéticos con una verdad de a puño, y hoy en día a cada uno de nosotros con cuestiones de importancia transcendental. Fingir la existencia de éste magnífico documento refugiándose en el silencio es imposible, y el no contestarlo, aún en nuestra conciencia, perjudicará inevitablemente la literatura y la dignidad de nuestra sociedad.
Verse en ese espejo equivale a apelar a la memoria mediata e inmediata de nuestras sufridas naciones, oprimidas durante mucho tiempo por la injusticia de los pocos sobre los muchos, por luchas fratricidas e intereses económicos creados. Podrán censurar nuestra opinión en los diarios, bloquear nuestra señal en internet, nuestras ideas y hasta nuestra libertad física, pero jamás podrán parar la pluma de un escritor, ni la voluntad del pueblo.