- HOPPER Y KIRCHNER, PINTORES ARTISTAS -
"Ya pasó el invierno; ya la luz es tibia
y clara, de tierra al cielo elevándose...."
(Paul Verlaine, XXI "La buena canción", 1870)
(Para Ana, Encarny y Emilio)
-I-
Mujeres abstraídas en el vaivén
de una luz alejada, distante de las distancias,
sin mirada, sólo ademán narrado al óleo
vertido a las espaldas de hombres activos
silenciando lo que dejaron de creer.
Una nota garabateada en un papel,
otra distancia que flota en la luz,
luz filosa que encarna todas las soledades
en estancias suicidas o placeres estáticos
derramados desde ventanas, esquinas irreversibles.
Al resplandor de la oscuridad, mientras tanto,
cuando el vigilante cabecea sus miserias,
Verlaine y Rimbaud, desmejorados pero aún vitales,
arrimaron sus plumas al epitelio del museo
con el zumbido frío del aire condicionado.
-II-
El límite no se escondía de tu trazo,
desbordado aún antes del pincel, espumoso,
rebosaba tormento bebiendo lienzo venoso.
Ni siquiera el color de Davos cesó tu pulso
y te enfangaste en el caparazón de la huida
desde ti mismo que te ensoñaba al grafismo
virulento, llovido en escarcha de gota dura
que salpicaban lienzos como toda amenaza.
Ella, tu injerto tallado en madera, amarre,
flor de estufa de glúteos en la vagina,
sobornaba tu límite con profunda desnudez,
con su mito enarbolado en sus pezones,
su instantánea traspasando tus óleos
con la cordura que te hizo sonreír al extremo
antes de pactar siempre con la muerte.