Tú,
tan poblada de estrellas,
tan descalza de luces,
tan ausente de risas,
tan repleta de un gris de neblina calma.
Tú,
la eterna enamora,
vestida de anocheceres
sin azahares de esperanza
que se filtren por los huecos
y te acaricien el alma.
Tú,
la triste mascarada,
la del olvido sin nombre
fría y ausente, desnuda,
la del dolor que no pasa.
Tú,
hermosa como ninguna
virginal e inmaculada
majestuosa y soberbia
altanera y gallarda.
Tú,
la del atuendo que moja
el cristal de las ventana,
por tanta sangre inocente
que se perdió derramada.
Tú,
la de las leguas sin tiempo
que abrazando las distancias
se hacen pequeños luceros
en paisajes que a los ojos
se acurrucan de nostalgia.