AlfredQ

¿QUIÉN ES UN ABUELO?

Un abuelo es una persona mágica y llena de vida. Tan vital que está en la plenitud de su vida. Los niños los adoran, pues les regala confites que lleva siempre en su bolsillo. Los jóvenes lo respetan porque es el mayor de la dinastía. Los mayores lo admiran porque es el que más sabe de toda la familia.
La cabeza de un abuelo es blanca como la nieve porque la coronó la experiencia y la sabiduría. Sus ojos poseen el conocimiento de un filósofo y el color de un amanecer.
Sus manos ya cansadas, son un testigo inocultable de lo mucho que ha trabajado.
Los pies demuestran que el camino recorrido no ha sido en vano.
Su voz algo tenue, indica el consejo oportuno y gratificante.
No hay una edad exacta para ser abuelo, se puede ser a los cincuenta o a los sesenta.
Su mejor satisfacción es la de ver a sus hijos formándose como personas de bien: y su enorme alegría es la de contemplar a los nietos crecer. Y es que esa felicidad no tiene punto de comparación.
El abuelo goza igualmente con las pequeñas hazañas de los nietos como la salida de los primeros dientes, los primeros pasitos dados al lado de su madre, las primeras fotografías con sus tíos o las primeras notas del colegio.
Un abuelo puede ser una caja de sorpresas cuando menos lo esperamos. Tiene la facultad de recordar y narrar anécdotas y hechos que sucedieron hace mucho tiempo y las relata con una gracia extraordinaria .
Otros nos pueden deleitar con una poesía que aprendieron en sus años juveniles o cantar un bambuco interpretado magistralmente con un tiple.
Un abuelo puede ser misteriosamente adorable o sencillamente tierno.
Es casi un privilegio tener acceso al cajón de su mesa de noche. A él nos dirigimos con una diligencia casi sagrada. Allí tiene guardados una vieja pipa que fumó con deleite en su juventud: una linterna para alumbrar el camino en las noches de verano; unas fotos de algunos de sus amigos o un relicario con “retrato” de la abuela: un pequeño libro de oraciones que frecuentó hace algún tiempo. Un pequeño cofre en el que guarda celosamente un secreto. Un viejo cancionero que de vez en cuando saca a relucir para alegrar una fiesta. Un pastillero con las medicinas que está tomando. Una pequeña colección de revistas y l ibros que ha leído en las noches de insomnio.
Hablar de un abuelo es sonreírle a la vida, pues él es el campeón de la experiencia: es un ser que convoca a la unidad familiar.
A los abuelos hay que quererlos tal como quiere el camino a las huellas que transitó. Hay que respetarlos como el viento fresco de la tarde acaricia el trigal.

Si tienes a algunos de tus abuelos vivos: estímelo y quiéralo mucho. Hay bastantes cosas para aprender de él. No importa los defectos que tenga, él ha de ser un baluarte y una agradable compañía para usted.