(besa la luna
amapolas y lirios
entre el silencio)
A ver si nos entendemos.
Por más que la civilización luche por alcanzarla,
la Luna seguirá siendo propiedad de los poetas.
La tenemos en resguardo para mirarla
cuando la nostalgia golpea puertas y ventanas
con su silencio que nos grita por dentro.
La hemos visto llorar lágrimas plateadas
acompañando los mutismos del dolor de ausencia.
(nada quedará
aunque alumbres mis versos
querida luna)
Ha iluminado el beso trasnochado y la sonrisa,
se ha reflejado en ojos colmados de amor y de ternura,
ha caminado de la mano de los enamorados
por las veredas del ensueño y del nunca despertar.
Ha vertido su claridad en pieles desnudas
de agotados cuerpos a través de laxos cortinajes
y ha acompañado gemidos y suspiros con su sereno mirar.
(de la ventana
un destello de plata
besa sus senos)
Entonces, cuando ella se esconde en la penumbra,
habrá de resurgir en las letras de algún poeta
que jamás olvidará que existe, que está,
que es un espejo redondo pleno de ensoñación
y de misterio. La Luna, su Luna, la que muchas veces
en su humildad, es sólo un disco que tiembla
en un charco dejado por la lluvia.
(su luz la roban
los dueños de la charca
sapos cantores)
Me niego a imaginarla poblada de superficiales vidas,
loteados sus reflejos, horadada su mansedumbre,
clara y pura inspiración de la poesía.
No me salgan con convenios de potencias,
al diablo con estudios de astrofísica,
nada que hacer hombrecillos con escafandra,
menos aún robots de latón sin sentimientos.
Por todo eso y más, señores –a ver si nos entendemos- ,
la Luna es y será propiedad de los poetas.
De cristal, de oro, hada entre las hadas de la noche,
reina de los cielos,
por vos, por mí, por los desvelos,
quiero su luz en nuestras manos enlazadas.
Derechos reservados por Ruben Maldonado.
Fotografía de Silvia Calderón.