Hoy la ví,
y por un instante
el tiempo se detuvo.
Mientras la miraba,
me preguntaba si
todavía le importo.
Ella se veía mejor que nunca,
mejor que siempre.
No podía dejar de mirarla,
y sin hablar,
le pregunté cómo estaba,
pero mi pregunta sobraba
porque se veía feliz.
Entretanto ella se alejaba,
y con mil gritos
le dije que la extrañaba.
Mis palabras se desvanecían
con cada uno de sus pasos,
y se ahogaban
en un mar de silencio.
Cuando dejé de verla
me fui a la casa y lloré.