joaquin Méndez

-Hay Joaquín, que estás haciendo ¡traidor!

Hoy he sentido necesidad y deseos de ti, y he dejado volar mi pensamiento, hasta tu lecho,

Allí donde reposabas tus sueños tierna y dulce mente, entre tus sabanas de seda blanca que dejaba transparentarse tus carnes rosadas y tus pechos como dos pecados apetecibles y traviesos.

Mis ojos brillaron como la tímida y curiosa luna, que observaba mis movimientos de felino para no despertarte.

Mis dedos como plumas de aves del paraíso, comenzaron a tirar de la sabana y al abajar tu ombligo quedo al descubierto y en él, un sol que tenias tatuado, de color amarillo y rojo. Un poco más abajo un monte de pelo negro y rizado muy bien recortado en forma de un corazón, y en el centro una hendidura entreabierta como si me sonriera con una sonrisa picara y provocativa.  

Mis dedos rozaron un poco casi sin tocar a aquel volcán que estaba pidiendo lava al rojo vivo Como al rojo vivo estaba ya mi cuerpo.

Tú, te estremeciste como una hoja de papel, cuando recibe un soplo de viento, y escuche un gemido suave como un suspiro algo a si como un…haaay, casi en un susurro.

Mi erección se excitaba más y más y más, tus labios rojos como dos claveles me provocaban Fuego,  pasión,  locura, me acerque muy despacio muy lenta mente, y puse un beso suave, en tu boca,  mis labios ardieron de deseos, rebelaron por tu cuello, con besos muy chiquitines pero ardientes.  Tu respiración se excitaba ya jadeabas, pero seguías dormida o haciéndote la dormida.

Mis labios recorrían tus mejillas tu   barbilla, detrás de tus oídos y bajaba a tu   cuello, volvían de nuevo a tus labios y otra vez a tu cuello, fui bajando hasta tus pezones ya duros como almendras, los rodee con mis besos, de cuando en cuando pasaba mi lengua por el pezón izquierdo y de nuevo lo rodeaba y otro chupe tito a la corona de tus hermosos y exuberantes y sabrosos    pechos.

Poco a poco fui bajando hasta tu ombligo chupetee el solecito y restregando mi lengua llegue

Ahí, si hay…tus piernas se abrieron como la de una bailarina de vales    y un aaaahhhhay, hay, salió de tu boca hasta ese momento callada contra su voluntad.

Tus manos que hasta entonces habían estado quietas y cerradas, se posaron en mi cabeza y presionabas hacia ti con fuerzas, y comenzaste a mover tus caderas con vaivenes acelerados y mi boca se inundo de tu esencia de mujer.

Entonces susurraste mi nombre, -Hay Joaquín, que estás haciendo ¡traidor!  ¿por qué has venido?  No ves, que me vas amatar, que esto es de locura, como te has atrevido a venir a mi casa y saltar por mi ventana como un ladrón.

Yo no conteste, y eso la éxito más

Y mi boca comenzó a subir de nuevo al ombligo y luego a los pezones que parecían dos guindas

Al llegar mi boca a la tuya, ya mi clavel comenzó introducirse en tu rosa pálida y húmeda, con movimientos suaves y lentos, como temiendo que todo fuese demasiado de prisa y terminara antes de lo previsto, comencé a adentrarme en lo más profundo de su ser  

Sus brazos rodearon mi cuello, y más tarde tus uñas se clavaban en mis espaldas; nuestros jadeos resonaban en la habitación y nuestros cuerpos se fundían como el cobre en uno solo, mientras nuestros sexos latían al mismo ritmo con melodía del éxtasis.

 

Autor J. Méndez.

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27/08/2012 23:14:56