Extravié tus huellas
fue imposible evitar descanso
e inútil el seguir buscando.
Volviste a mis ojos
expertos en llanto
y a la última caricia
un sueño amargo,
huiste más
al sonido de mis pasos.
Viste la luz de mis ansias apagando
y ni un incendio ablando tu duro acto,
ni el rayo que transitaba
el momento en que la noche lloraba.
¿Qué te hice vida?
Que azotaste la esperanza.
¿Qué invento el silencio?
¿Quien me dijo que me amabas?
Tiembla aun ya muerta la hoja al precipicio
y el misterio lo invadió el hastío.
¿Qué me dictan las rocas del camino perdido,
o el lucero aquel
de tu mente de olvido?
Fue imposible hasta al viento el palpar
siquiera un insensible rose, a tu piel casi de vidrio,
fuiste más que el eco a ti esquivo:
Una figura que hoy venera este ser por ti cautivo.
Desde aquí a mi sencilla palabra,
en la ira de un mítico martirio,
quiebra el tiempo de mi árbol sus ramas
y urge el deseo del eterno dormir, al partir el alba.
No sello el vino tu recuerdo
como un lejano y fugas tormento,
mas la fe aferrada al delirio
te mantiene sobre aguas de lirios.
¿Qué difícil sería tu hábitat?
¿Qué frecuente el terror a tu corazonada?
Que aturdida a la oración no contestabas
por el látigo invisible que silbaba.
¿Dónde veras con desdén constelaciones?
Para encontrarte en un sexto sentido,
te absorbo tanto de la nada
que me heredaste para inspirar tus versos fríos.
_Mas no soy digno de tus designios
¡Oh poesía, noche esplendorosa; universo infinito!
Que sometidos por la insensatez no verle
privado les mantenga:
Como polluelo que nunca voló de su nido._
Quédate mejor así muy lejos,
pues si acabase mi gran sufrir
por encontrate tal vez al fin
y desvanezcan mis adorados versos…
¡oh no!
sin ti, e podido vivir
sin ellos mejor muero.