Romanticologo

LA NIÑA DE VAINILLA

Me he vuelto adicto a unas caderas blancas y hermosas que desvían mi atención de la realidad, mis sueños se hacen renuentes al movimiento de su busto al momento de hacer el amor, su cuerpo desnudo; casi de porcelana despierta en mí, el hambre de mis ganas de amarla. Cada vez que ella besa mis labios, y cuando sus manos se deslizan por mi espalda que queda perpleja por la afección de sus caricias, solo me dan ganas de cerrar mis ojos y dejar a cargo la ávida excitación de mi carne que ejecuta con movimientos de sobriedad en mis manos, la búsqueda del placer de su cuerpo.

 

            Sus ojos que posan sobre mi mirada, y mis dedos que son desplazados por cada parte de su anatomía desnuda para sentirla, aquellas palabras que habían quedado mudas por la intimidad, van rompiendo el silencio para que mis labios con voz atenta se acerquen a sus oídos que sienten el fuego de mi respiración, y que luego escuchan en unas  palabras tenues y complejas la armonía de las ganas por el frenesí encontrado. Un “te amo” que le causa a ella la electricidad que la hace actuar de una forma viril, logra que aquellos latidos de su corazón exploten de la exaltación.

 

            Desnuda y atenta a complacerme juega conmigo para embriagarme, su cintura elocuente y un poco inexperta danza sobre mis piernas, su cabello castaño que brota hasta los hombros es movido cuando ella inclina su rostro para besarme, y entonces llena el cuarto de ese perfume de vainilla que está anclado a mis versos referidos a su presencia.

            La orquesta que produce su lengua impaciente, aquellos mordiscos tiernos que le doy a su busto, el sudor de nuestros cuerpos empapados, y la adrenalina del cántico de su pasión… todo es tan perfecto que después de terminar, agotados en la cama, ella se tiende en mis brazos para esperar recobrar fuerzas, mientras el roce de sus manos en mi pecho toma vida y logra que la ansiedad que existe en mi alma tome un poco de calma.

 

            Al momento de terminar, el reloj colgado en la pared que susurra el tarareo de las agujas, parece haberse detenido y estar alimentando así el silencio que hay en el lugar. Una sonrisa de ella se forma a medias porque el cansancio simplemente la orienta. Ella busca reposar su cara sobre mis hombros, mis dedos se deslizan suavemente de norte a sur en su cintura, y mis ojos la miran fijamente. Mi cara embelesada de su celestial anatomía, pide a mis palabras que salgan para decirle que la amo y de esta manera  poder dormir abrasado a su cuerpo.

 

            La aventura protagonizada por una pareja de jóvenes, ha sucumbido por la adrenalina que fue balbuceada por sus carnes, ella duerme solloza luego de tan íntimo viaje, su anatomía casi tiembla, rendida, sin fuerzas… y él, solo quiere abrazarla, pensando en adquirir la energía necesaria para después de dormir levantarse de la cama y hacerlo nuevamente con su pequeña niña de vainilla.