(Personaje sentado delante de computadora.
Completamente pensativo.
Indeciso. No sabe cómo comenzar
a escribirle a la mujer que ama.
Comienza)
Querida Ludmila:
Hoy te he llamado, no sé cuántas veces
al celular y al teléfono directo,
y no me has respondido.
¿Estás bien? Espero al menos,
que por esta vía me respondas.
Tuve la intención de ir hasta
tu casa, pero sabes que lamentablemente
no puedo hacerlo debido
a este tremendo dolor
que tengo en las piernas.
Aprovecho que estoy solo en casa.
Sabes que tengo problemas
con mis hijos. Están enterados de lo nuestro,
y no lo aceptan. ¿Es por lo que te estoy
diciendo tu silencio?
No seas así. Suficiente es mi dolor
físico, para que me agregues esta,
tu indiferencia.
Sabes desde un principio
cuál es mi situación familiar.
Hoy me habló mi ex esposa
solicitándome que para dentro
de dos días le entregue la suma
de diez mil pesos.
Es lo que le debo de acuerdo
a lo que habíamos pactado
al separarnos. Te comento
que me he encaprichado
de una manera que hasta que yo mismo
me sorprendo.
Me estoy refiriendo a este dinero.
Se me ha metido en la cabeza
estos últimos meses,
de que es una suma muy elevada
para ella sola.
Mantengo a mis dos hijos.
No puedo dejar de hacerlo.
Son míos, y los amo.
Aunque todos los días
tengo novedades ingratas
por parte de ellos.
Están reacios a todo lo que
pienso y digo.
Mi paciencia tiene un límite.
Y a veces, la pierdo.
Pasa que no quiero perderlos
a ellos. Hoy se han ido
a festejar el cumpleaños
de una amiga en común.
Uno de mis muchachos
está enamorado de la cumpleañera.
Y el hermano me ha comentado
que ella también de él.
Son jóvenes. Que vivan
plenamente su amor de juventud.
Me siento muy abatido.
Estoy muy amargado.
Esta caída ha sido motivo
de mi inestabilidad.
Hay días que me siento bien,
y otros, terriblemente mal.
Los médicos me dicen que
es propio del golpe.
Que pronto podré volver
a caminar perfectamente.
Confío en que así ha de ser.
Ludmila, cuéntame qué es lo que
te pasa. Me siento muy solo
sin poder dialogar contigo,
como lo hacíamos hasta hace
tres días. Tres días sin escucharte.
Ni siquiera he recibido
un llamado. ¿Por qué me castigas así?
Lo que me pides no puedo hacerlo.
Al menos por ahora.
Ellos son muy adolescentes todavía.
Son unos niños grandes.
Pero me quieren, a su manera.
Son parte de mi vida y de mis afectos,
y no puedo abandonarlos.
Los amo mucho para dejarlos.
Mi ex esposa los recibe por
un par de días cada dos semanas.
Lo sabes. Recién la próxima semana
van a ir con ella.
Te extraño mucho Ludmila.
No me hagas más daño.
Aunque sea llámame.
Me siento muy solo cuando
los chicos no están.
Ellos hacen su vida,
y los comprendo.
También yo he tenido
la edad similar.
Pasa que tengo mucha angustia
en mi alma Ludmila.
Te necesito.
Sé que estás muy disgustada
porque uno de mis hijos
rompió el retrato tuyo.
No quedó nada de él.
Cuando hizo eso,
me dolió más a mí que a él,
la bofetada que le dí.
Después me arrepentí de haberlo
hecho. Pero tuve la satisfacción
de que me pidiera disculpas.
Y a pesar de la gravedad
por lo que hizo,
lo disculpé. Tú no tienes
hijos, yo sí. Y los padres
debemos amarlos.
Los amo a ellos y te amo a tí.
En este momento no tengo elección.
Debo protegerlos, porque son parte
de mi vida.
Tú también eres parte de mi vida,
Ludmila. No siempre podemos tener
lo que pretendemos. Me refiero a...
totalmente. Quiero tener el amor
de ellos, y también el tuyo.
¿Tan difícil te es comprender
mi situación y mis sentimientos?
Solo te estoy pidiendo que vuelva tu
corazón a sentir la pasión
que antes sentías por mí.
Mis sentimientos hacia tí
están intactos. No han variado.
Pero evidentemente, tú ya
no eres la misma conmigo.
Tantas veces hemos hecho el amor...
y te extraño.
Solo Dios sabe cuánto te extraño
y te amo, Ludmila.
Aparte de mis hijos,
eres lo que más amo.
No defraudes a mi corazón.
Ven hacia mí.
Los chicos son buenos.
Y estoy seguro que te aceptarán. Démosle tiempo al tiempo.
¿Por qué tengo yo que estar
escribiéndote, pudiendo tú
estar a mi lado y decírtelo
frente a frente?
Como otras veces. Sabes de mi amor,
y estoy recibiendo como un castigo,
tu indiferencia.
A veces, Ludmila, te juro tengo
ganas de hacer algo incorrecto.
Un verdadero cristiano no debe
suicidarse. Pero más de una vez
lo he pensado. Oh, sí, lo he pensado
muchas veces...pero no lo hago
porque no quiero dejar guachitos
de padre a mis hijos.
Son sangre de mi sangre.
Y tú eres la mujer que elegí
para poder ser feliz.
Pero me dejas solo.
Tu actitud y tu indiferencia,
están matando mi alma...
Vuelve Ludmila. Ven y acompáñame.
Aún teniéndolos a ellos,
me siento como en una desierta
isla sin tu presencia.
Deja de castigarme.
No me instigues a hacer algo
que después sé me voy a arrepentir.
Únete a mí. Arrepentirme de abandonarlos.
No puedo hacerlo estando vivo.
Y no puedo eliminar mi existencia,
porque así también se quedarían sin mí.
Unamos nuestros sentimientos.
Dame la alegría de tenerte
junto a mí. La soledad abruma
mi existencia. Respóndeme, por favor.
Dime al menos cómo estás...
¿por qué tu silencio Ludmila?
Por favor, dime por qué.
Ahora te lo estoy exigiendo.
¡No puedo soportar esta soledad!
Mis piernas casi paralizadas,
y tu ausencia... No me castigues
con tu indiferencia, Ludmila.
Te necesito. ¿Vendrás?
¿Me responderás? En este momento
tengo un nudo en mi garganta.
¡Tengo ganas de gritar!
¡Gritar tu nombre!...
¡Ludmila, Ludmila!...
¡Estoy solo, mi amor, y te necesito!
¡Oh, soledad, compañera, vete!...
No quiero más estar solo...
La noche, y la oscuridad...
Tengo miedo...mucho miedo Ludmila...
Miedo de vivir... y de morir... continúa
Todos los derechos reservados del autor(Hugo Emilio Ocanto- 30/08/2012)