TIENE CASA LA LUNA –decía mi mamá-
y lo decía, con un deje de tristeza y desdén,
frente a la calle de aquel barrio
que levemente alzábase
a orillas de un oscuro camposanto.
-Tiene casa- diré también
quince años después, ahora que ella florece
en conjunto con las dalias
de un jardín sombrío que no existe.
y me oirán Natalia, Alicia
y mi ángel del invierno,
porque otra vez repítase esta sombra
cuyo espectro cruzase por mi
degolladero.
(GALERÍA INSOMNE)