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Te trae la lluvia y sonrío
al saber que te olvidé.
Olvidé:
una fría madrugada de febrero,
unos dientes que en mi carne
marcaron ilusiones y deseos contenidos,
un caballero que de hinojos jura un amor de fantasía,
y aquel beso cual la luz del alba que asomaba.
Olvidé:
el: "ven, te necesito",
la perfecta concordancia entre el cóccix y la nuca
en el preludio de la entrega,
la humedad de fuego de tu lengua,
el apremio,
la indolencia,
el reloj de cabecera,
la ausencia de flores,
y la ceguera de tus ojos.
Olvidé:
los cerrojos de tu alma,
que el asedio te atormenta,
el tiempo extra,
el peso de tu cuerpo en mi ternura,
el renegado incesto,
el alcohol adulterado,
y el Príncipe que domestica y abandona.
Te trae la lluvia y sonrío
por este marzo que sepultó febrero,
por ser “alguien especial” que todo lo ha olvidado.
Sonrío.
Sonrío, aunque sólo sea
como un arlequín que sonríe.