Llegada la fatiga de la tarde
entibiamos el pálido paisaje
que antes fue rubí de los volcanes
y en vals las irisadas mariposas
avivan un fuego que apenas nos roza.
Divisamos el mar lejano y sollozante
y en su eco nos arrullamos navegantes.
Oscilamos en lunas que intentan devorarnos
y algodonamos nubes con polvo de los astros
destilados de un amor que nunca olvidamos.
Con sombras de la vida devolviendo los pasos,
intentamos mudar la vil tragedia en el ocaso.
Seguimos tras la estrella fugaz… una presencia,
suplicando su retorno en estela de las piedras
o… deambulamos por ese bosque tembloroso
donde tatuado a piel inerte de los troncos,
quedó inolvidable un nombre con laúd lluvioso.
Bebemos amargos los vinos de la nostalgia,
embalsamando el sol con que teñimos el alma
y galopamos en exótico doncel de los sueños
ese pálpito que se trenzó rendido… al viento.
Y quizás… resucitemos las hogueras de los labios
para humedecer de nuevo… febriles los mosaicos.
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Propiedad intelectual Lucero Moscoso
Bogotá D. C. Colombia