Carmen Formoso Lapido

El poeta gallego.

 

El poeta gallego teclea con dureza y presteza,

con firmeza, no descansa aprovechando que las musas le asisten…

Y comienza su cántico a los amores

de otros poetas, amores que todos buscan y que él no encuentra,

y se imagina caminando por la vida, entre brisas y perfúmenes,

entre caricias y placeres, entre el ir y venir de las primaveras,

entre rosas sin espinas, entre auroras luminosas o apagadas,

entre besos robados y pasiones encontradas…

Ignorando que la vida es dolor y sufrimiento,

que cuando no se vive sufriendo es porque ya estás muerto

y enterrado bajo dos metros de tierra,

es lo más que te dan…

 

El poeta gallego piensa que las musas le están engañando,

que lo que puede escribir son sueños juveniles,

sueños rotos que no hicieron futuro, que fueron necedades

que testimonian sólo sus sentidos amargados,

que son sombras chinescas, no verdades…

 

El poeta gallego sabe que entre el mosto y el vinagre está el vino,

y que la calma viene después de las tempestades,

que hay verdad si caminas hacia la claridad,

con la mirada puesta en el firmamento,

y que, recibiendo sin pedir, rebasará el momento;

lo sabe, sabe lo que otros no sabrán jamás

porque desconocen su propio pasado, y no lo conocerán

porque van por la senda equivocada cantando sentimientos falsos,

porque todo les resulta indiferente,

sin saberse vivos entre muertos.

 

Todo lo arrebata el viento y lo recordarás aunque no quieras,

te dolerá el alma y sangrarán tus palabras,

como sangrarán hoy las del poeta gallego,

cantarás aquellos amores que cavaron tu sepulcro,

oirás melodías imaginadas, y cuando el cansancio te venza

te ocultarás en la sombra de la noche,

y en esa sombra de la noche nadie estará contigo,

estarás sólo en tu propia sepultura, como el poeta gallego,

y aquí se quedarán tus tristezas y tus recuerdos,

y los pájaros enamorados,

y los sueños extraviados,

y las angustias crueles

y el encierro en la prisión de tu cuerpo,

y sentirás hambre y sed tras el camino largo de tu mirada,

y querrás acariciar la roca escarpada entre la espuma,

y respirarás asfixiado entre crespones negros,

y entre deseos, y entre odas cantadas sin sentido...

 

El poeta gallego va buscando su lugar y no llegará nunca…

Subirá los últimos peldaños rotos

cuando sus pies venzan las ondas rizadas del sol de colores;

subirá entre sueños transparentes,

con copos blancos que no llegan,

y él sabe que hay que vivir los instantes

que abrazan la agonía de la consumación,

aunque sus amores nacieran entre pistilos y estambres de rosas,

y despareciera entre astutas jugadas de ajedrez…

Y busca placeres mágicos para su oda,

y solo encuentra gozos crispados, sucios y envenenados…

Sabe que son muchos los peces que mueren en su ego,

y que la vanidad del que siempre está soñando es inmensa,

y que el incauto es pillado entre trastornos de mentes sedientas,

y que su insensatez es producto del cansancio

que le produce ver constantemente

como unos jueces ciegos juzgan sobre colores,

y otros sordos, juzgan a compositores…

 

Dale vino tabernero, llénale bien el vaso,

lo necesitará el poeta gallego…

Porque con la creación de esta oda abrasadora,

busca el anhelo de Walt Whitman, el de abrir todas las almas

con sus palabras, y metido en la arena ardiente,

llega al holocausto del amor sin palabras amables

y sin ojos soñadores, sin pasar sus dedos entre sedosa melena,

reivindicando su rendimiento sólo con la mirada,

rendimiento que permanecerá en su alma

más allá del desengaño,

y después de la quema, recogerá las cenizas

tras el curso de los años,

porque se conoce el tiempo sólo cuando se ha perdido,

y sólo cuando se fue la respuesta de violencia,

sólo cuando puedas ver dos arco iris juntos adornando el paisaje

al percibir el amanecer de la prudencia…

 

El poeta gallego sueña y olvida,

porque su sueño entra en el reino de la fantasía,

y son cosas del contento provechosas,

que no durarán nada…

Pero el placer que siente como un imposible

está al abrigo de envidias…

El poeta gallego se siente desgraciado,

abandonado en las proximidades del polo…

donde miles de personas queman amores,

ypocos son los que no lo hacen,

unos no habrán podido, porque en principio duele,

aunque después embriaguen;

y donde los pobres desgraciados del universo

a los que no se les ha ocurrido,

resultan siniestros, y lo son…

Ningún obstáculo podrá detener al poeta gallego,

que va caminando por un sendero pedregoso sembrado de cruces,

buscando la ermita cristiana de Santa Tecla

entre los montes que con sus faldas combaten las olas del Océano,

entre rocas de blanco cuarzo al descubierto,

buscando el Pico Sacro del culto del druida,

entre menhires, dólmenes y aras, entre las montañas del Ulla,

porque quiere contemplar la cima puntiaguda del coloso,

cabeza de un dios ancestral,

y allí arrodillado, el poeta gallego,

le saludará con el célebre pareado de

¡Pico Sacro! ¡Pico Sacro!

¡Sáname de este mal que traigo!

 

El poeta gallego cree percibir la presencia

de las sacerdotistas del Priapo

con fragmentos de ara consagrada,

piedra bendita, talismanes eficaces, polvos y drogas

que curan el mal del desamor,

y también cree estar en presencia de los nigromantes,

haciendo horóscopos entre medallas acuñadas,

y signos cabalísticos que descifran las respuestas,

como en el vulgar libro de los sinos, o el Tesoro de Napoleón…

 

El poeta gallego conoce las historias llenas de dulce poesía

de los monasterios y castillos,

las que se cuentan en las cruces de piedra,

en la robleda misteriosa y en el puente del Eume,

en un lugar triste de una selva espesa

a la que se llega por un estrecho y solitario sendero

con pendientes resbalosas hacia las riberas de un rio,

donde puede oír la formación de las tormentas

y el nacer de los terremotos,

camino desde el que va viendo,

de poco en poco, los cruceros,

y divisa montes misteriosos y sublimes

donde los celtas levantaron sus menhires

y los romanos perpetuaros sus castros…

 

El poeta gallego está percibiendo

sus costumbres ancestrales,

originadas tras largos siglos,

y recogidas desde las religiones más primitivas,

y conoce el juego de El Avellón,

con todo lo irrespetuoso que representa,

pero está embriagado por la tradición

contra el dolor y el miedo,

si no lo hiciese, si estuviese sereno

viendo la farsa de los humillados

que observan entre las sombras

provocando risas descaradas e imbéciles,

con inquisidores presentes…

 

El poeta gallego escucha una voz

llegada del más allá, que le dice al oído con sorna:

-Ainda non atopastequen te quixera

Y el poeta gallego le contesta:

-Non hay mellor vida que a dun solo, levándose ven…

E berrando co can…

 

Y así acabó su poema el poeta gallego,

sin deshojar margaritas,

sin envidiar a nadie,

sin cantar amores de otros,

porque ya había incinerado los suyos.

 

El poeta gallego sólo cantó a su tierra,

la que le dio la vida y le recogerá en su muerte.

 CFL