joaquin Méndez

¡Ay, Dios! Cuando la tengo en mis brazos,

Cuando ella lo abraza,

 Los celos me devoran,

Cuando ella lo besa,

Quisiera morir de repente,

Cuando le sonríe, 

El cielo se me viene encima.

 

Pero cuando él, no está…

¡Ay!, Dios, cuando el, no está,

Entonces, todo cambia,

Sus abrazos son míos,

Sus besos,  besan mi boca,

Su sonrisa, solo es para mis ojos,

Su mirada, es mi mirada.

Su cuerpo, es mi cuerpo,

Su fuego, es mi fuego,

Su piel, es mi piel.

 

Cuando la tengo en mis brazos,

¡Ay, Dios!

Cuando la tengo en mis brazos…

Siento las caricias más sublime,

Más dulces y suaves.

Cuando entro en su interior,

 Grita mi nombre como una loca

Me aprisiona,  besa mi boca con ansias,

 Llena de pasión con frenesís,

 Lujuria, mordiscos jadeos, espasmos,  

Saltitos y susurros de amor hechos…te quiero,

Entre el sabor del hechizo y el embrujo, de sus labios.

De pronto…abre sus alas blancas, 

Y me aferro a su vuelo,

Remontamos los mares, el cielo,  las estrellas,

 Hasta llegar a la luna,

 Allí en su lecho de luz, nos abrimos los dos,

 Hasta inundarnos de nuestras sabias de nuestras esencias,

 Llegamos a la locura más bellas y sublime,

   Bajo la mirada atenta de las miles de estrellas,

Estrellas que siguen nuestra danza,

 La más hermosa danza jamás bailada.

La danza de la felicidad.

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Autor Joaquín Méndez, el poeta sin amor.

Reservados todos los derechos.

06/09/11.