Rodando por los blancos valles van
las cabezas de los marginados al amor,
sueños otrora de una noche de vigilia,
rodando van sin lágrimas y sin dolor
por el sendero triste de la melancolía.
Bajo la luna impronta descorazonada,
cielo, guarnición del alma ya desprotegida,
tu sostienes por el mango una espada
aquella cuyas lenguas filosas aceradas
fueron algunas veces también mías.
Verso que me faltas, verso que agonizas,
empuña tu la muerte de las palabras
blandiendo el brillo ya opaco de tu sin ojos
que yo empuñaré ya sin esperanza alguna
mi propio sueño sin amor y mi propia vida.