Qué bello es recordar aquel momento,
cuando iluso a la luz de tu ventana,
quedé mudo, sin voz y sin aliento;
al verte tan hermosa y tan lejana.
mas hoy sigo esperándote entre abrojos,
sin poderte decir que aquella tarde
te besé con el alma y con mis ojos,
y te entregué mi corazón cobarde.
¿Por qué, Ángel mío. yo que te quiero tanto,
te burlas de mi amor y mi quebranto,
y me hundes el puñal de tus reproches?
Ven, corazón mío, no quiero perderte;
te seguiré amando hasta la muerte
en el gélido polo de mis noches.