Antier, a mi te acercaste y me dijiste: te amo
un dulce beso pusiste en mi labios
y mi corazón latió tan fuerte, que parecía,
como en todo caso romántico suele pasar,
de mi pecho se quería salir...
Muy emocionada, a tus besos correspondí
completa y perdidamente enamorada,
ilusionada por la oportunidad de amar otra vez.
Ayer, cuando más sentía este amor loco
crecer a cada segundo, abarcando así toda mi vida,
como valde de agua fría me llegaste con la noticia:
lo siento amor, pero con otra me voy a casar...
Destruido, casi desangrado, mi pobre corazón lloraba
y tú ni te inmutabas ante tal dolor que me causabas;
repetías una y otra vez "lo siento" y "te quiero mucho",
pero los planes de boda con ella seguían
sin postergar nada y a mi cariño dejando atrás...
Hoy llegas y veo en tus ojos cierto reflejo que desconocía en ellos,
una convinación entre pena y alegría
que en conjunto con tus palabras me confundían,
me confunden y me confundirán...
Porque dices "te quiero" e ignoro si lo dices sincero
o simplemente porque ella te dejó.
Hoy, cuando ya estaba resignada
a vivir una vida desilusionada
y con el profundo dolor del vacío en mi corazón,
llegas de nuevo con un rayito de esperanza
gritando a los cuatro vientos
de que siempre no te casas!!!
dándole un respiro a mi agitado corazón.
Y es ahora que me pregunto
qué pasará mañana, si decido volver contigo
o si resulta que ella vuelve con la idea
de que sí quiere matrimonio...
¿Me abandonarás de nuevo como vil cobarde?
o te quedarás conmigo, demostrando que no es sólo alarde
de que me amas y conmigo es con quien quieres estar...
Y pensando en esto, de repente a mi mente llega
una tercera opción que me aterra y en la que no quiero acceder:
que llegase mañana, tú de traje negro y ella vestida de blanco,
y yo, esperándote en la penumbra, amándote como te amo...