Dame alas,
pero no me enseñes a volar
en el olvido de la nada,
sin mostrar la esencia acumulada
del sordo dolor pulsante
que marchita las secas pupilas
de la sal del llanto palpitante.
Dame alas
con el pensamiento abierto,
en la caricia de una sonrisa profunda,
invisible entre los pétalos del viento,
al despertar de la noche callada
que desborda los sollozos revelados.
Dame alas
de vacilante vuelo ondulado
entre las olas incesantes del ensueño,
volubles a la brisa sin retorno
que perdura bajo el hechizo enmudecido
de una mueca vagabunda de fugaz mirada.