El firmamento es el escenario perfecto para el concierto celestial,
donde los truenos son la percusión de la mágica velada,
las liras y arpas celestiales son tocadas pro serafines y querubines que se unen al clamor,
mientras los planetas bailan al ritmo del sol
y la luna compone una eterna canción para alabar a DIOS.
Los meteoritos son las bailarinas de ballet que posan sobre el universo,
mientras los rayos son los paparazis que captan entre sus luces las constelaciones del cielo;
un arcoíris sonríe prolongadamente mientras las aves graznan a viva voz una solemne adoración al único Creador.
Las estrellas fugases son la pólvora ancestral,
las nubes son escultoras de grandes imágenes
mientras los delfines son los malabaristas del mar
que con sus saltos complementan el concierto celestial.
El REY se levanta de su trono e inclina su cabeza,
entonces la tierra se estremece porque es estrado de sus pies,
mientras los pétalos de flor son esparcidos en forma de estrellas para componer una calle de honor para la segunda venida de nuestro Salvador.
Los granitos de arena son escarchas que armonizan el ambiente,
los caracoles y las tortugas se convierten en los administradores del tiempo,
mientras que las rocas escriben un poema de amor que es leído en medio del silencio;
la alegría del festival de adoración no se hace esperar,
las lágrimas del cielo caen en forma de cristal;
la lluvia empieza a desfilar junto a los truenos, los rayos y las centellas formando burbujas de colores y un carnaval de ilusiones,
entonces el aire corre con más prisa
y los árboles danzan al son de los suspiros del viento,
mientras la dulce melodía del corazón de Dios acelera todos los sentimientos.
Derechos reservados: Iván E. Velandia L.