Un niño camina un tramo de 6 cuadras desde su casa hacia la escuela, con una sonrisa radiante, el guardapolvo almidonado y la tarea en perfecto orden. En la primer cuadra caminada, una mujer que transitaba en sentido contrario lo mira y susurra: "niño acomodado, tan sonriente... se nota que no pasó hambre como en mi época". El jovencito ofendido, borró su sonrisa del rostro y continuó caminando con seriedad y mirando al suelo, se paró en un semáforo y miró desde abajo a dos hombres que conversaban y se dijeron: "que niños malagradecidos los de ahora, no les falta nada y aún así van por la vida con cara larga". Perplejo, el muchachito continuó su camino sin saber cómo mirar a los demás transeúntes, cuando un comisario le dijo: "niño, mira al frente al caminar... no te muestres tan inseguro...". El niño llegó a la escuela y se esmeró por no demostrar un sólo sentimiento, sin parecer inseguro, ni soberbio, ni malagradecido. La maestra le preguntó a que se debía su drástico cambio de humor y el niño le contó lo que había sucedido en el camino, ella le sonrió y le dijo: "sé vos mismo y si sientes que debes cambiar algún aspecto, será porque la vida te lo demuestra, no las palabras de quienes no saben quien eres." El niño volvió sonriente a su casa, abrazó a sus padres y aunque la pobreza los golpeaba, en su corazón triunfó la gratitud.