Muy lejos su puerto, lejos su mano,
el arcano silencio de sus ojos
señoreando por claveles rojos,
lejos el dulce acorde de su piano.
Lejos mi oda, mi luna a contramano,
mi tango con estrellas en manojos,
mi cobarde osadía, mis arrojos,
más lejos la ilusión de un sueño vano.
La noche ata su azul melancolía
en las sombras de calles somnolientas,
un maullido cae de la cornisa
como agria y taciturna melodía.
El alba desborda el gris de horas lentas
cuando el día se queda en su sonrisa.
(Al borde de una brisa
cabalga mi poema hasta su lecho
y sueña en la tibieza de su pecho)
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