¡Oh! Duro y cruel destino, ¿Por qué me dejáis a la deriva en el camino? Este eterno camino que carcome Dura pena es la que yace en mí. Pero ahora entiendo todo, ¡Oh! Pobres de nosotros, Pues la carga que nos toca Nada ligera es. ¡Oh! Poetas sufridos y agobiados, ¿Por qué debemos cargar tal pena? Y aunque de igual manera entiendo, Que el que no sufre no es poeta, No es fácil para mí… El recordar ese fúnebre y detestable puñal, Que es clavado en mi alma cuando le place al destino; Tal sufrimiento me carcome por dentro. ¿Por qué? Tardía herida en sanar Conmueves mi alma, a tal punto, Que el dolor se vuelve inspiración, El llanto arte, y mi amor tu mejor compañía. Y aunque tardes en sanar, Fiel colega de grandes aventuras, No es utópico pensar, Que a mi vida llegara, Aquella violeta digna de admirar, Afortunada entre las flores del jardín, Por la hermosura y protección que rodean su ser. Esa cura a este Karma, Que sana y limpia el dolor, Como el proceso por el que pasan los santos, Para que así puedan estar listos, Y al cielo al fin entrar. Todavía espero, Impaciente tu llegada bella flor, Refrigerio a mi alma, cautivadora de corazones, Todavía espero… Que me dejes ver el cielo, ¡Pero solo no!; contigo a mi lado, Y seas mi nueva inspiración, Por favor, apacigua mi dolor, Aplaca el sufrimiento que embarga a mi alma, Bella flor no me hagas poeta, Pues no aguanto más el dolor, ¡O esta bien!; hazme el poeta, Dueño de tu corazón. Idónea princesa, cura de mi herida, No habrá noche en que no diga, Que si lucho es por tu amor, Y que si sigo, es por que más cerca estoy de ti, Pues aunque el peso del poeta sea duro de llevar, Todavía tengo la esperanza, De tu rostro contemplar, Y poderme hacer participe contigo, De vivir por la eternidad, juntos hasta el fin y más.