Cuando un halcón nacarado me sonríe con pálpito de nocturnal lenguaje y en zapatillas roídas por su gitano viaje, la brisa me busca inútil… sin entibiarme, absorta en olas de tu mar incomprensible, por las doradas arenas… suelo escabullirme. Y en eco errante de tu historia intento acallar el cuchicheo de las sombras, pero los arpegios de ácidas flautas que dejaste reposados en la espuma… traen a la playa el rocío salino de los tallos espinados.
No hay miel que hile de las lunas plateadas donde incondicional muero ya descalza… en sus rosales de argento se detiene aquel grito que triste alucina danzar con tus céfiros rugidos. Y sin vid que dé felicidad a mis sentidos, tras el paso de un amor frutalmente estremecido, sólo los aires marinos al ave de mis sueños dan latidos…
Cómo alcanzar la calma con las albas, si no he juntado tu alma con la mía en estrechez fugaz de lo sombrío… encapsulada en hipnótico embrujo de las noches aún recojo el polvo en descenso sedante de tus pasos. Para qué desbocar la bandada de gaviotas galopantes de un “te amo” susurrado… ¡para luego abandonarme! Aspirado el incienso de un oasis copulado con cerúleos cantos, tu rostro de náufrago aún se dibuja tanto…. que inevitable apareces de la nada, inquietando el cauce de mis aguas con tu aroma intacto.
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