Prodigando cariño a manos llenas,
ella ofrece sus versos bondadosos
que desfilan uno a uno, primorosos:
son pureza de blancas azucenas.
Con humildad se aleja de las penas
y de agrios pensamientos enojosos,
sus palabras son bálsamos piadosos
como miel que derraman las colmenas.
Pero Linda más que nada ama a Dios.
Imagino el susurro de su voz
en el rezo devoto de mi amiga
con el fervor de su Fe inquebrantable.
Por ser luz de bondad tan admirable,
que el Cielo la ilumine y la bendiga.
Derechos reservados por Ruben Maldonado.