Hay atardeceres,
de una tristeza sin tiempo
en que me penetra tu recuerdo,
transitando por mis venas.
Vagas en vahos
de contaminado oxígeno,
matándome por dentro,
vas recorriendo mi sangre.
Me ahoga el pensarte,
tan pequeño y vulnerable.
No puedo respirar me falta el aire
y me dueles…
me dueles…
como un abismo a mis pies,
como alas quebradas,
como agujetas congelas en la piel.
Se destiñe una lagrima olvidada,
sobre la tarde mojada
suena a lo lejos
una canción de papel.