Hugo Emilio Ocanto

Monólogo: No te tengo miedo Cristina, y amo a Dios

Caminando voy hacia el encuentro

de mis amados seres queridos

que ya no están en este mundo.

Llueve. Una lluvia intermitente.

Pero desde hace varias horas...

Llego al cementerio.

Paso por delante de la capilla.

Decido entrar después,

cuando salga.

Hoy, no pude comprar flores.

Ya se han retirado los floristas.

Extraño. Debe ser por el mal

tiempo. Es la primera vez

que sucede.

Camino un largo trayecto.

Está oscureciendo,

aunque todavía es temprano.

Por la zona donde voy,

a nadie veo, camino...

De pronto siento ruido

de los tacos de zapatos

de una mujer.

Está detrás mío...

¡Cristina! me hiciste asustar...

¿Por qué llevas esa venda

en los ojos?

Pareces un fantasma...

así, toda vestida de negro.

A pesar del susto,

me alegro haberte encontrado.

Ahora estamos frente a frente.

Tienes los ojos tristes.

La mirada vacía.

¿Qué estás haciendo Cristina?

¿Vienes aquí a ver a alguien?

¿O me estás buscando a mí?

No me mires así...

¿Quieres hacerme

tener miedo?

¿Debo tenerte miedo?

¿Por qué?

¡Porque estás ciega!

¿Vés lo que estás ocasionando?

¿Estás de luto por la tristeza

de tu pueblo?

¿Por qué no te sacas

la venda que tienes en tus ojos?,

y dás a tu pueblo libertad

de expresión... sácanos de esta miseria

en la que muchos estamos viviendo...

¿No te dás cuenta?

Tu silencio me está alterando...

Solo te pido que recapacites.

Ten a tu lado gente responsable

que nos saque de este caos.

No quiero propasarme

contigo con mis palabras.

No quiero ofenderte.

Solo te pido que nos conduzcas

por el camino de la felicidad.

Nosotros, el pueblo, te lo pedimos,

buena y sanamente.

¿Me estás escuchando, Jefa?

No te ofendas con mis palabras.

Son las mismas que muchos

quisieran decirte, pero

no se animan hacerlo.

Aprovecho yo que estamos

aquí, aparentemente solos,

aunque están ellos, los sin vida...

que a veces siento en mi corazón,

que están mejor que nosotros,

porque ya han dejado de sufrir

las angustias de la existencia.

Te dejo Señora. No he querido

lastimarte: Deja de lastimarnos

a nosotros. Me voy a visitar

a mis muertos. Ten en cuenta

lo que te he pedido.

Haznos el bien, y el

pueblo todo te lo agradecerá...

Hasta cuando tú quieras...

...... Voy al encuentro de mis

seres queridos. Rezo.

Me dirijo hacia la capilla.

Entro.Allí, frente a mí, Dios.

Un  aire frío entra por la puerta abierta.

Miro hacia ella, y allí nuevamente

la Señora está.

¡Ven! ¡Entra! Ven a rezar conmigo...

¡No! yo no te tengo miedo Cristina...

Tampoco a Dios...

a Él lo amo...

Dios, envíale a ella tu luz...

Nosotros, el pueblo,

queremos paz y felicidad.

Que se haga TU VOLUNTAD Y LA DE ELLA.

Todos los derechos reservados del autor( Hugo Emilio Ocanto-10/09/2012)