Caían los últimos rayos de sol en aquel puente que después de tanta visita se quedaba desolado y sin vida, el mar chocaba con las rocas como queriendo salir de su lugar.
En aquel lugar solo quedo aquel pintor que no se dejada de extasiarse de tanta belleza e inspiración que le daba el mar, sólo cerraba los ojos y respiraba aquel aire que recorría su cuerpo y sólo se estremecía en el sentir.
Cuantas sensaciones le latían por aquel sentimiento desbordado de aquella tarde bordada de hilos de oro y de plata, donde el sol sonriente se despedía para dar paso aquella noche que estremecía.
Pero qué locura, el pintor sintió el venir de una brisa que jugueteaba en su rostro dibujando una a una sensaciones que no podía controlar y que la alocaba en el sentir. Juguetona ella como si fuera una niña, que la envolvía perdiendo el sentido del momento, pero ella en su ir y venir la abrazaba fuertemente que no lo dejaba ir, perfume tenía, perfume del mar y solo se dejaba sentir.
Reaccionando lentamente, se dijo así, quiero tener tu recuerdo plasmado en mi lienzo de ti brisa y llevarte conmigo para nunca dejarte ir.
Atrevido él, la invito a posar para poderla dibujar y ella traviesa se confundía con el mar, el pintor le decía: ¡quieta tú, que te quiero dibujar!, pero ella no quería, se resistía a que le vieran y sólo se envolvía y no se dejaba ver.
La brisa llamaba al viento, para que en un conjuro mezclara los colores que el pintor había preparado, para que en el cuadro se rociará y no dejará que su admirador la plasmará; pues, el viento cómplice de ella, soplaba tan fuerte que las hojas se mezclaba y el cuadro perdía su equilibrio y todo se confundía.
La brisa sonriente no dejaba de reír, pues nadie podría llevarse un recuerdo de ella. Él pintor insistente armo todo de nuevo y quiso volver a plasmar a la brisa que le envolvía y sólo llevarlo en su lienzo para amarla toda una vida.
Pero ella juguetona no quiso ser plasmada e hizo que el mar se retirará tanto de la orilla que con fuerza retornaría y mojaría todo el lienzo para que nadie pueda dibujarla y sólo sea un misterio, que el mar escondía.
Él pintor decepcionado y lloroso se quedo quieto y alelado y le dijo: ¡brisa ya no quiero tu retrato!, me voy y me despido llevando conmigo tu perfume y que de mi piel nunca te borrare.
(dulce brisa)